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Las necesidades de las personas mayores pueden ser más agudas y cambiantes que las de las generaciones más jóvenes, pero los principios de un buen diseño de edificios pueden aliviar muchos problemas.

Las personas de todas las edades pueden apreciar los apartamentos de doble aspecto, los espacios decentes, los niveles generosos de luz natural, el acceso a espacios exteriores de alta calidad y los diseños adaptables. Las instalaciones para la atención y la accesibilidad responden a necesidades más específicas, pero principalmente la lucha contra la soledad es el mayor problema. Esto puede aliviarse de varias maneras.
La provisión de viviendas de alta calidad que animen a las personas mayores a trasladarse de las casas familiares suburbanas infraocupadas a viviendas de «tamaño adecuado» en el corazón de sus comunidades tiene un papel importante que desempeñar. Al situarlas en emplazamientos sostenibles en el centro de la ciudad, los residentes pueden beneficiarse de un acceso inmediato a los servicios comunitarios y contribuir mejor a su comunidad en general. Almacenar a las personas mayores en bungalows de baja densidad en las afueras de las ciudades es lo peor que podemos hacer y, por desgracia, este pensamiento anticuado sigue prevaleciendo en muchos departamentos de planificación.
Colocar a las personas mayores en urbanizaciones de bungalows es lo peor que podemos hacer
Proporcionar instalaciones y espacios comunes que fomenten y apoyen la actividad social es, obviamente, parte de la solución. Sin embargo, no basta con proporcionar las instalaciones. Los espacios comunes inflexibles y mal pensados pueden resultar estériles, difíciles de animar y gestionar, contribuyendo en última instancia a la soledad de los residentes. Hay demasiadas salas institucionales y sin alma dedicadas a este fin, y en su lugar los espacios deberían sentirse como una extensión de las propias salas de estar de los residentes.
Los residentes deberían tener la posibilidad de participar en la gestión de las urbanizaciones, lo que puede dar lugar a un uso más significativo y eficaz. Además, al poner ciertas instalaciones a disposición de la comunidad en general, los espacios se animan más y se puede fomentar una valiosa interacción intergeneracional.
Los espacios interconectados pueden mejorar la animación y ofrecer más flexibilidad
Encontrar el diseño más adecuado para este tipo de espacios es todo un reto. La omisión de pasillos juega un papel importante y, a menudo, la disposición de espacios interconectados puede mejorar la animación y ofrecer más flexibilidad. Este es un ámbito en el que los diseñadores pueden demostrar su valía mediante el compromiso con los beneficiarios y la realización de pruebas espaciales. Dicho esto, la adaptabilidad es la clave del éxito a largo plazo de estos espacios para responder a una amplia gama de actividades y necesidades cambiantes.
Los encuentros cotidianos entre vecinos son muy valiosos. Los arquitectos tienen un importante papel que desempeñar en el fomento de este tipo de eventos, y al hacerlo, se pueden forjar comunidades cohesionadas, fomentando la interdependencia y la sensación de seguridad, ambas muy valoradas por las personas mayores.
Recoger el correo, vaciar los cubos de basura y comprar la comida son actividades aparentemente mundanas y, gracias a los avances tecnológicos, estas tareas pueden realizarse de forma eficiente y cómoda. Algunos dirán que esto es un beneficio para las personas mayores, ya que pueden tener menos movilidad, pero estos avances a menudo sirven para aislar a las personas de sus vecinos.
A través de estrategias de movimiento y disposiciones espaciales bien pensadas, los arquitectos pueden establecer un equilibrio adecuado entre comodidad y vecindad. Al hacerlo, los edificios pueden persuadir a los residentes para que se aventuren fuera de sus casas y se relacionen con su entorno. Haciendo que los espacios, normalmente dedicados a la circulación, sean más generosos y los conecten mejor con el mundo natural, pueden convertirse en espacios sociales, salas de jardín, etc. Con la más mínima intervención, como un banco y una jardinera, se puede animar a los residentes a que se apropien de los espacios de circulación, que a menudo se consideran una carga de costes incómoda, y los transformen en salas de recepción semiprivadas y compartidas, y en activos para la comunidad. Como consecuencia, los espacios sociales y los jardines se integran más en la vida cotidiana y las urbanizaciones enteras se animan.
Mediante un diseño socialmente responsable, los arquitectos pueden contribuir a la lucha contra la soledad, ofrecer una infraestructura para la construcción de comunidades y aumentar la riqueza social de los residentes.